jueves, 17 de julio de 2008

Memoria estilográfica, por Graciela Salas

¿Se escribirán cartas a mano todavía?

Sí, hoy decidí escribir una carta en una hoja de papel (que huela a humedad y transpire la esencia de la persona que la hizo a mano)

Escribiré pensamientos de una sola línea sin correcciones. En donde al leer el texto sea lo que quise decir y no trate de buscar la mejor forma gramatical o el sinónimo que me de la computadora.

Voy a escribir con una pluma fuente con plumilla de oro de catorce quilates, de cobre o latón, que corra sobre la hoja dejando trazos con aroma a tinta, ink o encre, tinte; no importa el idioma porque al fin en todos huele a tinta; ese olor metálico, a veces de humedad marítima o de semilla pasada. Aroma de la infancia: Skrip, Pelikan, Parker, Esterbrook, Sheaffer, Waterman o Mont Blanc, líquido que me lleva hacia el tardío uso del manguillo y los dedos manchados.

Aún recuerdo mi inicio escolar, cuando vestía guardapolvos de cuadros y las primeras letras eran escritas con plumilla. Tarea que requería aplicar toda una técnica, ya que con cuidado ceremonial se solía introducir la plumilla en el tintero de vidrio, calculando sumergir la punta metálica hasta la mitad de su ojal para que la tinta pudiera correr con suavidad y no manchara por exceso de líquido. Claro, no se debería olvidar el papel secante como inseparable compañía, el cual absorbía el trazo y lo dejaba aromáticamente grabado al revés

Sí, escribiré con mi vieja pluma fuente de recarga manual. La que con un poco presión en la palanca exterior hace que se succione la tinta del tintero o cargador.
No, sin antes confesar que en la época de mi preadolescencia, llegué a tener una pluma más antigua, tenía al interior una especie de tubito de hule negro que se aplastaba con los dedos índice y pulgar para absorber la tinta del cargador. Esa pluma era una Sheaffer pequeña con tapa y plumilla o plumín de oro y estuvo en mi poder hasta la secundaria, cuando ya se conocen los valores económicos y se provocan perdidas en el mesabanco. También llega a mi memoria la pluma de cartucho recargable, posterior a la que tenía sistema de llenado de tinta por palanca.


Escribir para mi siempre ha sido una acción rodeada de magia, ¿será porque al inclinar la pluma con suavidad aparece simultáneamente el trazo? O quizá porque las palabras nacen llenas de contenido con significado y significante.

La pluma estilográfica escribe según es la presión de la mano y corre trémula o con firme suavidad. Acondicionando la pluma fuente a mi mano, la coloco de costado para que se deslice con mayor ligereza. Apoyo la pluma y en forma sincrónica aparece el rasgo. Así, la escritura sigue un ritmo “lento ma non tropo”

Con la pluma fuente puedo dar a la letra el grosor o la densidad deseada. A través de la mano-pluma se filtra la memoria y surgen las imágenes. Por eso,
Algunas veces en la soledad de la noche la pluma me acompaña y permanece en silencio sobre el papel, otras, entrando el amanecer, apurada me susurra palabras para que la tinta a la exposición de la luz solar del nuevo día no afecte el colorante y sufra oxidación.

Me gusta ver cuando la punta metálica del plumín de punto fino o grueso deja fluir la tinta sobre el papel que ávido la bebe.
La pluma coquetea con la hoja de papel, en su juego hacen trazos y sonidos al unísono, ciertas ocasiones, sólo se escucha el susurro del amor, otras, la tristeza o el jubilo, pero siempre terminan trabajando con armonía, una sobre la otra, unidas.

Hoy, escribo con mi mano-pluma- fuente puesta de costado para que el recuerdo emane del corazón.

Graciela Salas

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